- La gente piensa que pelear es difícil, pero lo realmente complicado es cambiar la mentalidad de un país. Para pelear solamente hace falta estar loco y carecer de temores, pero para convencer a alguien no sólo se requiere cordura sino que se necesita seguridad en uno mismo y, sobre todo, la autoridad moral suficiente como para convertirte en un líder.
Papá hablaba pausado mientras nosotros devorábamos el postre y le escuchábamos ensimismados. Habíamos quedado en el restaurante para celebrar su jubilación como empleado en la fábrica de motores.
- Conocí a Martin en el sesenta y cuatro. Desde aquel “He tenido un sueño” tan sólo soñaba con estar a su lado. Era tan bruto que no tardé en llamar su atención. Me adoptó como compañero y me reconstruyó hasta convertirme en un "pequeño sabio". Así me llamaba. "Siempre mejor un sabio que un soldado", me solía repetir.
La camarera acudió para ponernos más café y él aceptó con una sonrisa antes de continuar.
- Había sufrido tantas amenazas de muerte que yo le aconsejé no ir a Memphis en aquel jueves de abril. “Si te matan”, le dije “todo lo que has hecho no habrá valido de nada”. Y él me contestó algo que aún vibra en mis oídos: “Cuando me maten, será cuando todo esto servirá para algo”.
Nos volvió a mirar a todos y se excusó un momento.
- Tengo que ir al baño.
Sus tres hijos; un médico, un abogado y un ingeniero, le miramos con admiración.
- Estoy orgulloso de vosotros. - Dijo.
Ante la puerta del aseo un señor de raza blanca le cedió paso, esbozó una sonrisa y entró tras él.
- Y nosotros de ti, papá. – Contestamos casi al unísono antes de dar un último sorbo a la taza de café.
Saludos Insurgentes