En las profundidades del desierto rojo, enterrado entre la arena, olvidado por el tiempo y tallado por los mismísimos dioses se encontraba el templo prohibido. Y en su interior, la llama sagrada. El corazón de la propia vida.
Persia había atacado, con tanta fiereza como solo se podía esperar de una cultura guerrera. La ciudad alejada del templo estaba siendo reducida a cenizas en estos momentos. Ninguna de las guardianas era tan ingenua como para pensar que no vendrían a por ellas.
Todos aman a los dioses hasta tiempos de guerra. Entonces, no dudan en derramar sangre incluso en los templos. No dudan en arrasar, robar y matar. Así que las guerreras estaban listas para hacer aquello para lo que las habían creado.
Morir por los dioses.
Aysha era una de ellas, y no lograba entender por qué debía sangrar por unos dioses que jamás habían sangrado por ella. No lograba entender por qué, debía ella morir, protegiendo el fuego. El término sagrado había desaparecido en el momento en que para cumplir su destino tuvo que aprender a empuñar una espada y matar a un hombre. La guerrera era la más joven de todas, y aunque era la que más dudas tenía, también era quién más dispuesta estaba a luchar. No por ellos, sino por ellas. Por sus hermanas. Por las que sí sangrarían por ella.
Así que mantuvo la espada en alto, pudieron pasar horas o eternidades, al final las puertas se abrieron y un ejército entró como una tormenta de arena. Entraron dispuestos a encontrarse con riquezas, mujeres débiles y devotas y una frágil llama dispuesta a ser apagada. En su lugar, encontraron la determinación y la furia de las asesinas del desierto.
Entraron buscando la gloria y hallaron la muerte.
Muy bien construido y redactado, invita a leer. Felicidades 😊