Unos meses después y el ambiente es tenso cuando aparezco. Si lavo el coche, miraditas y a casa, y ya me estoy hartando, ¿por qué juzgan sin preguntar?
Hoy es mi cumpleaños y voy a hacer lo que siempre he querido, poner una piñata en el árbol y la tiraré a ciegas.
-Disculpe, ¿Puedo darle?
Me quité la venda sorprendido y vi a un niño. Sonreí y le ofrecí el bate. Entre los dos rompimos la piñata de un burro colorido y él volvió corriendo a casa muy feliz. En el jardín estaba su padre, se le acercó y le dijo algunas cosas que podía suponer las que eran...
A pesar de eso, el niño volvió cuando estaba leyendo en el jardín delantero y estuvimos leyendo "Historias verídicas". Fue una risa.
Cuando yo hacía algo en el jardín, él aparecía. Pero esa vez vino con su hermana, más mayor y a regañadientes. En esta ocasión yo arreglaba un mueble. Y se fueron contentos.
Nunca olvidaré el momento en el que vino el padre, disgustado y reticente, pero me ofreció la mano. Aquella tarde, los cuatro, lanzamos un cohete de los que se montan. La mirada cambió y yo me alegré.
Cuánto sabía aquel niño que pudo la primera piedra de la paz. Pedro lo llamaban.
Saludos Insurgentes
Muy buen relato.