“Debes ir elegante”, me dijo. “Mi padre es muy exquisito con las formas y sólo hay una única oportunidad para crear una buena primera impresión”. Así que gasté mis ahorros en un traje de marca y aquí me tienen, con la corbata cortándome la respiración y los zapatos apretándome los pies, pero todo sea por ella y por caerle bien al señor marqués.
Y aquí seguimos esperando, impacientes, con Sebastián inclinado ante nosotros, luciendo, impecable, su uniforme de mayordomo y el enorme espejo de la entrada reflejando nuestro porte y el ensayo de nuestra mejor sonrisa. Mentiría si no dijese que estoy muerto de miedo, pero estoy seguro de que en un par de horas tendré a mi futuro suegro comiendo de mi mano y a su mujer riendo a carcajadas ante mis ocurrencias.
¿Te pasa algo? – Me pregunta con voz preocupada.
El jardín está lleno de flores, según puedo observar por el ventanal del salón contiguo, y yo he olvidado mi blíster de antihistamínicos.
Nada. – Contesto fingiendo seguridad mientras mis manos recorren, nerviosas, todos los bolsillos de la chaqueta y del pantalón.
Sólo espero que mantengan las ventanas cerradas y la cena no sea en el exterior.
Su padre baja las escaleras y esboza una incómoda sonrisa.
Abre las ventanas, Sebastián. El ambiente parece cargado.
Un soplo de aire azota mi rostro mientras intento, con mi mano, alcanzar la mano estirada que el marqués me ofrece para estrechar.
¡Achús!
Demasiado repentino para poder evitarlo. Un estertor sacude mi cuerpo y un estornudo, cargado de mocos, sacude el rostro del dueño de la mansión.
Y entonces, mientras le veo abrir los ojos y apretar los dientes, recuerdo, de nuevo, las palabras de mi chica.
“Sólo hay una única oportunidad para crear una buena primera impresión”.
Ja,ja,ja!!
Me ha encantado!
Saludos Insurgentes