«¡Venga ya!»

Andrea no puede creer que esté allí.
Finalmente sus padres habían escuchado sus ruegos, algo más que su música.

¿Conocería alguien con quien poder hablar de Pablo, su vecino y amor platónico desde hacía tres años? ¿Compartirían inquietudes y chismes?

A su edad incluso había quién tenía noviete, o eso había oído.

Se sentía feliz en medio de tanto tumulto.
Ni siquiera estaba nerviosa.
Allí no era "Andrea la violinista prodigiosa".
Era solo una más, ni siquiera era Andrea; allí nadie la conocía. O eso creía.

-¡Andrea!. Por fin saliste de tu cueva.
-¿Pablo?
-¿Cuál es tu grupo?. -La coge del hombro acercándola a los pasillos-.
-El C.
-¡Venga ya!. Vamos a la misma clase.
-¡Venga ya! ¿En serio?
-Ahora además somos compañeros de clase. Ya no tendré que escucharte tocar desde la ventana. Podré ir a verte. Ya nos conocemos.
Ahora sí está nerviosa. Le sudan las manos. No puede creer que el chico más guapo del instituto (no los conoce a todos, pero seguro, lo es) esté ligando con ella. ¿Está ligando con ella? No lo tiene muy claro. Nunca han ligado con ella. Pero sea lo que sea lo que está haciendo ese chico, le gusta.
Quería la normalidad de la adolescencia y sin duda en los próximos meses, todo lo que vendrá no tendrá nada de normal.

Publicado por
Susana Aparicio