Amanda miraba perpleja los resultados médicos.
- Eres diabético. – dijo con cuidado. Sus manos empezaron a temblar. – Me has mentido.
Cerré los ojos. No podía seguir ocultado mi diabetes, no a ella, y no cuando estaba a semanas de ponerme una bomba que me librara de todas las malditas inyecciones de insulina. Pero sabía lo que ocurriría cuando se enterase, en esa primera cita en la que me habló de su mayor sueño: ser madre.
- Amanda, yo…
- ¡Me has mentido! Llevamos dos años juntos, y, ¿todo este tiempo ha sido una mentira?
No lo había sido, yo la amaba. La había amado desde el momento en que la conocí, y cada día mi amor por ella no hizo más que crecer. Pero ella quería ser madre, y después de tres abortos, entendía su pánico por cualquier enfermedad que la afectase a ella, o a mí, o a cualquier posibilidad de tener hijos. Un simple resfriado fue motivo de discusión.
Ella podría amarme, pero tenía más miedo que mi condición fuese otro motivo más para que otro embarazo fracasase. Podría haberle mostrado los miles de estudios e investigaciones que probaban que la diabetes no supondría un problema, pero no me habría escuchado, eso es lo que tiene el estar atemorizado. Y ella lo estaba ante la posibilidad de no ser madre.
- Me has mentido.
- Solo quería que lo nuestro no acabara antes de empezar.
Pero en el momento en que pasó el primer año, me di cuenta la mentira que nos dio una oportunidad sería la que nos rompería. Ella no temería a la diabetes, me temería a mí, por haberla engañado durante tanto tiempo.
- Te amo. – dije porque era lo único que podía decir.
Amanda me miró y pronunció las temidas palabras. - Necesito tiempo.
Muy bueno, voto a favor.
- Eres diabético, pedazo de mentiroso cabrón.
- Ay, no, ya estamos con las neuras.
- ¡Otra vez! ¡Otra vez! Pedazo de mentiroso, que me dijiste que tenías el SIDA.
- Bueno, pensé que yendo a lo gordo luego la diabetes te parecería una tontería.
- Claro, como cuando me dijiste que te habías tirado a toda la oficina y sólo te tiraste a la secretaria.
- No, te dije que me tiré a toda la oficina excepto a la secretaria.
- ¡Uh, la puta madre!
Lo siento, gran relato. Soy raro, sería excéntrico si fuera rico.
Un diálogo bien pronunciado y construido.
Enhorabuena por el relato.
Me ha encantado, enhorabuena.
Saludos Insurgentes.