Me desperté sobresaltado y envuelto en sudor. Mi corazón latía acelerado mientras mi cerebro trataba de interpretar la causa de aquel violento despertar.
La noche se hacía fuerte en el horizonte y el hipnótico silencio que reinaba a mi alrededor se veía interrumpido, únicamente, por la frágil melodía de las olas del mar deshaciéndose en la arena. La playa, que, antes de caer dormido, rugía, bulliciosa y concurrida, había quedado inexorablemente desierta. Resultaba imposible hallar el más mínimo resquicio de luz a varios kilómetros de distancia. ¿Y la gente? ¿Y las casas? ¿Qué había ocurrido durante aquella breve cabezada?
Comencé a caminar por la orilla, buscando un rastro que pudiera devolverme a la civilización. Conforme avanzaba, el agua, que poco tiempo antes se mecía tranquilo frente a mí, se fue enfureciendo con el trascurso los segundos. Asustado, traté de incrementar mi ritmo, todo lo que pude, en busca de una rápida escapatoria. Por desgracia, la situación, lejos de calmarse, se fue agravando por momentos. La poderosa luz que vertía la luna sobre el océano y que había iluminado mi camino hasta entonces, se borró de un plumazo y dio paso a un mar de nubes que, a su vez, desembocó en una fuerte tormenta de vientos huracanados y precipitaciones torrenciales. El agua comenzó a cubrir, primero, mis tobillos y, después, mis espinillas y rodillas. La fina arena de la playa se convirtió, repentinamente, en un conglomerado de rocas que acotaban mi avance y parecían guiarme a un ahogamiento seguro. Sin embargo, cuando ya todo parecía perdido, choqué frontalmente contra algo macizo que detuvo mi avance.
Lo palpé con máxima cautela hasta identificar aquel horizonte que se perdía entre mis dedos y mis pupilas. Lo que ocurrió a continuación y cómo conseguí escapar de allí quedará reservado para la próxima cabezada.
Ganas de más, nos dejas con la incertidumbre de no saber ese final.
Para cuándo esa cabezada?
Je,je,je.
Me ha encantado... enhorabuena.
Saludos Insurgentes
Saludos Insurgentes