«El castillo.»

Por fin había terminado el castillo de arena. 
- ¿Lo has hecho tú?
Me giré y vi a una muchacha de pelo negro y ojos claros. Era preciosa.
- Sí. Lo acabo de terminar. ¿Te gusta?
- La verdad es que te ha quedado muy bonito. ¿Puedo decorarlo?
- Por supuesto. Adelante.
La chica se puso a decorar el castillo con piedrecitas y algunas conchas. Yo no paraba de observarla hasta que nuestras miradas se cruzaron. Ella esbozó una sonrisa radiante.
- ¿Mejor?
- Mucho mejor. El diseño no suele ser mi fuerte. Me llamo Sergio.
- Encantada. Soy Natalia. ¿Vienes a menudo a construir castillos a la playa?
- Me releja. Olvido un poco las obligaciones de adulto y regreso a esos años en los que nuestra única preocupación era montar nuestro castillo de arena.
- ¿Eres escritor?
- A veces, pero solo soy un sencillo electricista al que le falta un poco de chispa en la vida.
- ¿Y que te daría corriente ahora mismo?
- Desearía poder vivir en este majestuoso castillo de arena.
- ¿Solo?
- Bueno, si una mujer morena de ojos claros llamada Natalia me quisiera acompañar, no sería yo el que me negara.
- Que así sea.
Inmediatamente una niebla espesa cubrió toda la playa. Estaba confuso. A los pocos minutos se despejó un poco y entonces fue cuando lo vi. Estaba a los pies del castillo de arena.
- ¿Cómo ha crecido tanto el castillo?
- Tal vez ahora Sergio es más pequeño.
Me sobresalté. Allí estaba Natalia y ya no parecía tan encantadora como antes.
- He cumplido tu deseo. Vivir en el castillo conmigo.
- ¿Quién eres?
- Tu futura esposa.
Se acercó y me besó. Yo estaba aterrado.
- ¿Qué eres?
- Soy la chispa que faltaba en tu vida.
Y entonces en mi cabeza resonaron con fuerza las siguientes palabras.
Ten cuidado con lo que deseas...