«Cambios radicales»

Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, había de recordar aquella tarde remota del 24 de diciembre de 1914. Solo había pasado un año en la teoría, pero en la práctica ese 1915 nos pareció que duró el triple.

Con el fusil apuntándonos a nuestro generador de ideas, la vida se agolpó en un momento. Todas las vivencias querían su minuto de gloria. La primera comunión, la muerte de mi abuelo, la caída del imperio español, la boda con mi amada... Pero solo una vivencia fue la predominante. Y, sobre todo, un diálogo que regresó a mí:

- Dispare, soldado.
- Necesito concentrarme, capitán. Este momento puede marcar la historia.
- Le he dicho que dispare, olvide todo lo que está pensando y haga lo que le digo.
- De acuerdo, capitán. Apunto y disparo.

Desde los costados solo un grito: "GOOOOOOOLL". Acababa de marcar el tanto definitivo. Alemania había tenido una ocasión hacía dos minutos pero nosotros fuimos los que dimos la puntilla a ese choque.

Así fue como terminó la tregua de Navidad de la I Guerra Mundial. Unas horas en las que no importaba nuestro bando, no importaban las escopetas que rodeaban el campo y no importaba el motivo de la guerra. Solo importaba una cosa, el balón. Lejos de casa y de nuestras familias, convertimos en amigos a nuestros contrincantes para jugar un partido de fútbol.

Y hoy, frente al pelotón de fusilamiento, solo puedo decir una cosa: "no dispare al balón".