«Retroceso hacia adelante»

Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento había de recordar aquella tarde remota.
Corría el mes de Noviembre 1975 y mi padre, con la oreja pegada a una vieja radio, sintonizaba La Pirenaica, una emisora donde según decía, daban las noticias más fiables sobre el estado de salud del dictador. Los veía a todos murmurar, sentía el nerviosismo en la calle, pero yo, a mis siete años, no entendía lo que pasaba. Me bañé, cené y como cada noche, me fui a la cama temprano.
—¡Manuel, despierta!
—Papá, aún es pronto para el colegio
—Hoy no hay colegio, Manuel. Hoy vamos a ver al abuelo.
Aquella frase me hizo saltar de la cama. Nunca me habló nadie del abuelo. Nunca antes me había contado nadie que me llamaba Manuel en honor a un albañil al que fusilaron días después de acabar la guerra junto a la tapia del cementerio del pueblo. Nadie me había dicho jamás que escondida en un doble fondo del armario, mi padre guardaba desde hacía cuarenta años, una bandera tricolor que aquel 20 de noviembre, recién muerto el dictador, llevábamos, en silencio y asustados al lugar donde arrojaron el cuerpo inerte de un hombre al que mataron por sus ideas.
Hoy había de recordar que aquel dia lo supe todo.
Hoy, precisamente hoy, muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento. Junto a la tapia del cementerio de mi pueblo. Hoy que me matarán por mis ideas.