Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, había de recordar aquella tarde remota en que la nave del Ejército Rebelde sobrevoló su pueblo. Volvía a casa, tras haberse escabullido a una reunión clandestina, y supo que aquel avistamiento era el destino precipitándose ante ella.
Con sólo quince años, la injusticia le hacía hervir la sangre. Soñaba con un viraje histórico, una República Galáctica nacida de las cenizas de aquel Imperio tirano.
Los adultos nunca la hubieran dejado participar de aquellos encuentros. Por eso, se agazapaba en la oscuridad desordenada del almacén donde ocurrían los encuentros, maldiciendo en silencio la cobardía de aquellos hombres y mujeres que nunca daban paso a la acción.
Pudo haber vuelto a la reunión y arengarlos con la llegada de los Rebeldes. Pudo haber corrido a casa y advertir que convenía huir de allí. Sin embargo, buscó la nave.
Hubiera pensado que sería fácil ser incluida, que estarían ávidos de sangre joven. No lo fue, nada después de aquella tarde fue fácil. Varias pruebas soportó hasta ser admitida, y luego, meses de entrenamiento y años de trabajo duro hasta ser aceptada.
Cuando su sangre se templó y maduró su juicio, empezó a observar que, en las primeras filas de la rebelión, se repetían las mismas formas de opresión que ostentaba el Imperio al que combatían. Pensó en desertar: desertar de los desertores. No conocía planetas para gente así. Pensó en combatirlo desde adentro, ser la disidencia dentro de la disidencia. Una vez más el anhelo de justicia le daba fuerzas.
Encarnaba tan coherentemente la visión de la rebelión, y estaba tan decidida a cambiar las cosas, que rápidamente se convirtió en líder, inspirando a muchos. A demasiados, pensaron algunos. Los mismos que orquestaron la serie de eventos que la llevaron, finalmente, a estar parada frente a aquel pelotón.
Me ha encantado.
Saludos Insurgentes