No les culpo. Hoy entre los restos de tomate y las migas de pan bailando a su antojo por el mantel soy capaz de decirles que yo no bailo lo que el resto baila.
—Por la mañana a la universidad, y por la tarde ya escribes tu diario —comenta mi padre.
«¿¿Mi diario?? Prefiero no articular palabra. Le quiero demasiado».
—Churri, ¿has enviado el correo que te dije? —mi hermana a su marido.
Para los que no me conozcáis, soy Tamara y me dedico a inventar historias. Algunas me han dañado, otras han conseguido sanarme, pero lo cierto es que su aliento inquebrantable siempre ha sido lo único que he tenido. Pero mi familia no puede entenderlo.
—Hija, come un poco más, que estás muy delgada —mi madre a la carga.
—Sabes que en esta parte tú no intervienes, mamá. ¡¿Qué hace el guion debajo de las croquetas?!
(Silencio).
Las palabras han estado conmigo en todos los momentos de mi vida. Me tendieron la mano cuando no lo merecía y me vieron golpear la almohada cuando la ansiedad era la que me golpeaba a mí por dentro. Cuando era feliz, pensaba en disfrutar; cuando sufría, pensaba en escribir. Me da vergüenza reconocerlo.
—Por favor, abuela, ¿de verdad es necesario que cosas el suéter ahora?
—Por si te lo quieres poner esta tarde, hija mía.
—Te lo agradezco, pero está lleno de aceite.
No pueden entenderlo. Escribo para ser libre. Me ven andando por la calle y piensan que solo por eso ya lo soy, pero no pueden entenderlo.
—Tamara, ponte al teléfono, es tu tío.
—¡Pero si papá y tú sois hijos únicos!
Quemé el guion en los postres.
Muy bueno.
Muy bueno 👏🏻👏🏻👏🏻
Entre otras cosas.
Enhorabuena.
Saludos Insurgentes.