Tengo diabetes. No es una diabetes normal, es una cepa denominada «edulcolapsia». Si no me suministro a diario una dosis llamada «cura», muero a los siete días.
Solo hay trece casos en este mundo. Yo, soy una de ellos.
Llegó el día. Tomé mi dosis, preparé té y me acomodé junto a él en el sofá.
—Jon, tengo que contarte algo. Abre la mente. Esto nos cambiará la vida.
—¿Qué ocurre? Sabes que siempre te apoyaré. Lo sabes, ¿verdad?
—Lo sé.
Él siempre me entendía, pero sabía que ocultaba algo muy importante.
—Poco antes de conocerte, hice un largo viaje hasta aquí. Voy a explicarte algo sobre mi enfermedad. Soy edilbiética. De donde vengo hay muchos casos como el mío, mi misión aquí era crear una dosis para que la diabetes no se incrementara con el paso del tiempo.
—¿Diabetes?¿Desde cuando estás enferma?
—Desde siempre. Pero tú solo conoces la parte de mí que yo te he contado. Vengo del futuro. Las otras doce personas como yo también estaban investigando y creando la fórmula. Si no suministramos «la cura», en muy pocos años, empezaréis a tener notables alteraciones, a causa de la diabetes crónica. Esa modificación ocasionará cepas que se heredará de generación en generación. En mi mundo, la gente muere a diario a consecuencia de esta diabetes tan avanzada. Necesitamos productos químicos que no tenemos allí por culpa del deterioro del planeta. Era crucial que algunos científicos viajáramos a tu tiempo para crear aquí el elixir y evitar que la humanidad se extinguiera.
Como científico, lo entendió. Como hombre, le dolió.
Nos despedimos de unos meses de amor incondicional. No tenía otra opción. Tenía que volver a mi época y dejarlo atrás.
Lloré, lloré mucho. Entonces no lo sabía, pero me regaló lo más bonito que tengo. Ahora, cada mañana despierto mirando esos ojos azules que me recuerdan tanto a él.
Me ha gustado, enhorabuena.
Saludos Insurgentes