JC
JCM

«El hombre jirafa»

881 palabras
7 minutos
39 lecturas
Reto creativo «Historias de verano»
Amores de verano. ¡Qué amores! Cuenta uno que nos haga sentir muy adentro.
Era alto. Altísimo. Guapo. Guapísimo. Cuando llegó a la estación de autobuses eclipsó mi mirada. Lo miré sorprendida como los protagonistas de The Last of Us miraron a la jirafa que apareció en uno de los capítulos. Yo llevaba un cartel que tenía escrito con un rotulador de brillitos: "Idiota", con un corazón deforme en la "i". Él, también brillaba gracias al reflejo del sol de verano que creaba un aura alrededor de su camisa de cuadros azul y blanca. Una camisa de cuadros azul arremangada. El hombre jirafa se acercó a saludarme, me arrancó el cartel y me soltó otro "idiota", ya no por mensajes de Instagram, fue el primer "idiota" que me sueltó en la vida real con un cielo de carne y hueso cubriéndonos. Me puse en puntillas y le di dos besos, uno en cada mejilla.
-¿Qué tal?
-Muy bien, ¿y tú? -Se limpia el sudor de la frente y achina un poco sus ojos azul celeste.
-Bien, oye, gracias por venir.
-Nada. Gracias a ti por la invitación. Me regreso en el último bus. ¿Está bien?
-Perfecto.
Ahora es mi turno. Yo iba vestida con un top verde militar que compre la tarde anterior y unos pantalones blanco hueso, el blanco que se queda en las prendas de ropa del Primark después de la primera lavada, pero en este caso sí era blanco hueso, lo llamaba "El pantalón de la suerte", ya me dirán si tengo razón.
-¿No tienes calor?
-Sí, odio el verano, pero siempre llevo camisa. ¿Caminamos?Odia el verano, nunca pensé estar con alguien que odia el verano. El hombre jirafa venía de Benidorm, en realidad de Madrid, pero veraneaba en Benidorm, yo vivía en Jávea. Estábamos a 45 minutos de distancia, pero en bus, tres horas.
-¿Quieres esperar el bus que nos dejará en el pueblo?
-¿Cuándo pasa?
-En una hora. Lo siento.
-No pasa nada, caminemos.
Empezamos a caminar de la estación a la playa, yo me convertí en una ametralladora de palabras, él, veía el paisaje y sonreía, con esa sonrisa de mil pies sobre el nivel del mar. Tenía los dientes delgados, largos y torcidos, como los tablones de madera blanca de la cerca del cuento de Tom Sawyer.
-¿Cuándo empezaste a escribir? -Nos habíamos conocido por Instagram, él compartía frases cortas y yo, poemas largos. Le dije que me parecían un desperdicio de papel los libros de poesía contemporánea en los que solo se leía una frase y ya. Pobres árboles, pobres poetas de Instagram. Él me miraba con odio y soltaba otro "idiota" mirando al suelo.
-Escribo desde que estaba en el colegio, empecé a publicar y me fue bien.
Él publicaba fotos de paisajes en los Stories y yo le respondía: -¿Jávea? -Hasta que una tarde aceptó la invitación y nos convertimos en el hombre jirafa y la mujer pulga caminando por un pueblo del Mediterráneo.
Llegamos a un bar, dos cervezas más tarde nos fuimos a la orilla del mar. Yo llevaba puesto un bikini blanco, él, un bañador azul y la piel blanca, más blanca que las piedritas redondas de la playa. Guardó su camisa de cuadros y sacó una toalla de una tula de Ale-hop, esas que dan por un euro después de cada compra.
Entramos y caminamos juntos hacia el mar, el agua golpeaba mis pantorrillas y a él, los tobillos. Nos acercamos, me tomó de los hombros con fuerza y me besó. Cuando desperté de la conmoción estaba atada a su tronco con mis piernas. En el mar, la altura de los amantes es irrelevante.
Sus besos, su lengua y el agua salada extinguía el calor de nuestros cuerpos sumergidos en un mismo sentimiento. El deseo de explorar, de fusionarnos, de zambullirnos en sentido figurado.
Treinta minutos más tarde, salimos del agua, continuamos paseando por más bares de los que mi memoria recuerda. Miraba mi reloj y al sol, y como una cuenta regresiva nostálgica notaba que la tarde estaba a punto de terminar.
El hombre jirafa y yo nos seguimos besando en todas las superficies que nivelaban nuestros labios: escalones, sillas, aceras, montañas de arena.
El último bar al que visitamos fue un pub irlandés que estaba escondido entre dos tiendas de ropa vintage. El hombre jirafa y yo, tostados por el sol, despeinados, salados y borrachos, terminamos conversando y cantando clásicos de The Beatles con una familia que estaba celebrando en la mesa de al lado.
-Es hora de irte -le dije con voz triste.
-Bueno, nos vemos pronto, ¿no? -Pediré un taxi.
-Claro, claro, nos vemos pronto. Pero yo te acompaño a la estación.
-No, no voy solo, no quiero molestar.
-No pasa nada, te acompaño. -Le dije, mientras le robé otro besazo mientras le apretaba las mejillas con mis manos.
-Vale, va.
Salimos del bar. Subimos al taxi y solo recuerdo volver a la estación para juntos esperar el bus. Diez minutos más tarde llegó la hora de la despedida y mi corazón, se convirtió en una pequeña pasa roja.
-Bueno señor idiota, gracias por esta tarde de verano.
-¿Nos vamos? Me dijo sonriendo tomándome de la mano.
-¿Quieres que vaya contigo?
-¿Por qué no? -me dijo, achinando de nuevo sus ojos de cristal y enseñando los tabloncitos de sus dientes.
-Bueno... vamos.
Y nos fuimos. 
JC
JCM
Miembro desde hace 11 meses.

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elinsurgentecalleja
05 jun, 18:27 h
Una historia bien traída, con uso de símiles y metáforas que me han encantado.
El amor no entiende de estaturas, está claro...je, je, je.
Saludos Insurgentes
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