A «lomos» de mi libro llegué a pueblos pintorescos, para adentrarme en bibliotecas que mantenían intacta su magia. Muchos me dijeron que no encontraría la «portada» idónea para describir una vida tan turbulenta. Siempre fui más solitario que lobo; nunca necesité tener «cubierta» mi espalda, ya que alguien que pone su alma sobre la mesa no le teme al dolor físico. Maté a personajes a los que prometí sepultura en tinta futura, envolví mis «páginas» con espigas de trigo y abrazos entre caricias tiritadas.
Me zambullí en madrugadas eternas con mi mejilla pegada a una almohada hastiada de consolar tantos lamentos. No quería «hojas de cortesía», ni «anexos» molestos, ni «dedicatorias» empalagosas; solo pretendía seguir a lomos de mi libro en busca de nuevos retos. En los pueblos más recónditos algunos me aconsejaron que creara un «índice» para poner en orden mi vida, otros que redactara un «glosario» que me ayudara a comprenderme a mí mismo.
Guardé en mi «solapa» un puñado de flores marchitas, presentando como «colofón» un baile entre mis pocas esperanzas y mis constantes huidas. Pero la realidad más aplastante era que yo seguía delante de una pantalla parpadeante, sin el afecto de nadie que se ofreciera a regalarme un «prólogo» y sin saber cómo escribir mi propia «biografía».
Enhorabuena.
Saludos Insurgentes