El Mercedes negro aparca junto a la entrada de la casa donde se realizará el reality show. Nunca le atrajeron estos espectáculos en los que cualquiera le clava un puñal al de al lado para conseguir que suba la audiencia, sedienta de bajezas. A él la popularidad no le interesa, la tuvo, y la perdió, igual que su envidiada fortuna. Está aquí por dinero, que le crucifiquen delante de las cámaras le va a proporcionar una bonita cifra. No esperaba tal revuelo de periodistas aguardando su llegada. Pisa la alfombra y comienzan los insultos. Ha cortado demasiadas cabezas en su carrera. Es difícil alcanzar la cima sin jugar sucio. Ahora le toca recoger los frutos de sus malas acciones. Albergaba la esperanza de que se hubiesen olvidado de él. Retira la yema del huevo que ha impactado contra su mejilla y les hace un gesto obsceno a los presentes.
Se reúne con los demás participantes en el salón. En total serán veinte, con una mayoría aplastante de mujeres. No ha venido a ligar. Recorre sin interés los rostros de las contrincantes y sonríe porque no reconoce a ninguna. El grupo cuchichea, no saben quién es. Un listillo suelta que se trata del periodista que se arruinó tras largarse su mujer con su mayor rival. El primer cretino a derribar. En unos minutos les presentarán al temible gran público. Espera que en su turno dormiten, muertos de aburrimiento, frente al televisor. Tiene el valor de participar después de denunciar al programa, esta noche será el concursante número quince. Su aspecto actual le haría pasar desapercibido; en cambio su nombre incendiará las redes. Mañana pondrá en marcha su elaborado guion. Como periodista está acabado. Como actor va a lograr que abran de nuevo los telediarios con su rostro y sus hazañas.