«El vuelo de Nailah»

Khalid le prometió que la rescataría

—¿Cómo lo lograrás, Khalid? ¿Cómo conseguirás liberarme del viejo Masud?—

Khalid y Nailah se conocieron de niños. Crecieron juntos. Compartieron risas, juegos y confidencias. Hasta que la candente inocencia de la juventud, les impulsó a escrutar los prohibidos placeres que tanto apetecen a los cuerpos vivos. Con la luna como único testigo y la orilla del Nilo como eterno aliado, fue creciendo la llama de un amor que pronto se tornaría imposible.

Madrugó Nailah aquella mañana, deseosa de salir al encuentro de su enamorado, cuando Hanif, su padre, irrumpió en su alcoba.

—¡Nailah! Vístete. Ponte un vestido bonito y sal. Hoy tenemos una visita especial. Hoy conocerás a Masud, tu futuro marido—.

La joven, negó contrariada

—¡Padre! Sabes que amo a Khalid. ¡Cómo has podido...!—

—¡Silencio!— ordenó. —Masud, es un exitoso mercader de alfombras. De esta unión depende esta familia, el futuro de tus hermanos. Mañana te convertirás en su esposa, obedecerás sus órdenes, cuidarás su hogar y le darás hijos—.

Hoy, algún tiempo después, Khalid cumplirá su promesa.

—¿Cómo lo lograrás?— se preguntaba Nailah que, oculta tras la puerta, ataviada con una túnica azul celeste, observaba como su amado Khalid se hacia pasar por un comprador de alfombras.

En cuanto adquiriera aquel enorme tapiz que colgaba del antepecho, Nailah saldría de su escondite. Sería oculta, envuelta en la alfombra y volaría, a lomos de un viejo burro, camino de la libertad.