Hay fiesta en la aldea de Piornedo. El fin del solsticio de verano marca la recogida de los frutos y… la celebración. Acompañados de sus familias y vecinos bailan en torno al fuego al ritmo de tambores, flautas, panderetas o gaitas.
El druida, poco amigo de las celebraciones, divisa desde el atalaya, en su pequeña casa de madera, como se divierten sus vecinos. Los niños juntan sus manos formando una rueda y giran y giran sin parar. Están felices. Pero no saben que yo les estoy observando. He esperado todo este tiempo para robarles la comida. Mis soldados y yo tenemos hambre. La guerra, a unas leguas al norte nos ha dado una tregua y necesitamos comer y descansar un poco: bailar, beber, disfrutar de las mujeres.
Mis hombres están preparados. En cada punto tengo un par de ellos con flechas y arcos, preparados para el ataque. No podrán escapar. Nos divertiremos mucho, jajajajaa.
El druida puede ver como los soldados comienzan a entrar en las casas y coger todo lo que está a su alcance. No venían de manera pacífica,su idea era quemar la aldea, piensa.
Apostados con flechas llenas de fuego, los arqueros lanzan contra los tejados de paja, impactos directos que destruyen las casas en minutos. La gente huye asustada, pero soldados situados en la zona sur, les detienen el paso. Son momentos de terror. Está muy asustado y no sabe qué hacer pero… un soldado le sorprende por la espalda y le lleva con el resto de la gente. Poco importa quien sea, el trato es el mismo para todos.
Robaron todo lo que tenían y los llevaron a las tierras del norte, donde fueron tratados como esclavos. La oscuridad tiñe ahora la aldea que ya nunca volverá a estar unida.
Malditas guerras!
Una historia triste y desgarradora, de lectura fácil y ligera, enhorabuena.
Saludos Insurgentes