Rodar cada día se había vuelto una tortura. Deseando tus miradas, tus roces, tus sonrisas lo quería todo para mi.
Habías pasado la mejor de mis fantasías, soñaba contigo en todos los lugares de la casa de noche y de día.
Todos los concursantes sabíamos que tenías pareja fuera de la casa, Alma. Que suerte tenía o no. Porque era fácil enamorarse de ti, me volvería celosa sin serlo.
Llevaba un año sin pareja, no se si era por eso pero no me lo explicaba.
No solía fijarme en hombres comprometidos, pero contigo se me iban los ojos y todo lo demás.
Me conformaba con eso, hasta que en la convivencia vinieron los roces, esos que me daban descargas cada vez que me tocabas.
Hasta que sucedió lo que no queríamos, un día en la piscina cada vez que nadaba debajo del agua vi como te rozabas adrede y tu también lo supiste. Cuando dos personas se sienten atraídas es difícil de esconder.
Las cámaras no vieron nada, había unos ángulos que no se veían lo sabíamos de otras temporadas anteriores del concurso.
No fueron más que unos besos, eso sí de tanto restregarnos nos íbamos a desgastar.
Me alimento de tus ojos del color caramelo, de tu pelo negro como ébano y tu cuerpo que es como una escultura romana.
El fuego que tengo dentro puede incendiar un edificio, no paro de beber agua para que me baje el calor de mis mejillas.
Quedan dos meses de programa, de tortura. No estoy dispuesta a quedar como una cualquiera. En este país si una mujer se lía con un hombre con pareja, aunque ella no tenga la puta es ella.
El, en sus notas escondidas me promete el cielo. Aunque no se si cuando todo esto termine será el infierno.