«Ha habido un malentendido»

El hombre rico mira atónito el increíble resultado del encargo solicitado. La alfombra es realmente digna de admiración, pero hay un problema...
-¿Me explicáis cómo meto esto en mi pasillo? -pregunta, acalorado.
-Señor, son las medidas que anotamos, las que usted dijo -contesta el vendedor, exasperado.
-¡Os dije claramente siete metros por setenta centímetros! ¡Es un pasillo, no un salón de conferencias!
-Siete metros por veinte metros, señor. ¡Está anotado! 
-¡No decís más que majaderías! ¡Semejante alfombra serviría de manta para diez camellos! ¡Ni para eso, pues solo tengo cinco!
-Bueno, señor. Hoy tiene cinco camellos, mañana tiene diez. Eso nunca se sabe.
Desde el piso de arriba, el capataz del mercado observa la escena junto al responsable de la alfombra y su ayudante.
-¿Seguro que apuntaste bien las medidas? -pregunta el capataz, rota su paciencia.
-¡Por supuesto! Dijo veinte por siete, ¡estoy seguro!
-Lo que veo es que cinco meses trabajando para que acaben en la vía principal, a merced de las pisadas de cualquiera. No veo en qué otro lugar puede caber.
El confeccionador de alfombras gruñó desesperado.
En la puerta, los sirvientes del hombre rico elucubraban acerca de su destino inmediato.
-El amo la pidió más pequeña, de lo contrario no hubiera traído solo un burro.
-Sabes que el amo dice cosas de las que luego no se acuerda. Nos va a tocar cargar con semejante tarugo, a todos.
Los sirvientes aguardaron al desenlace, rezando por que la alfombra no saliera del lugar.
Tras el hombre rico, el resto de clientes esperaban impacientes su turno.
-¿Cuánto llevas esperando? - preguntó el segundo al primero.
-Creo que una hora.
-¡Por las barbas de mi abuelo!
El vendedor, agobiado por la dura negociación, quería zanjar el asunto de una vez por todas.
-Siento el malentendido. Está bien, ¿qué le parece si se lleva la alfombra y de regalo se lleva también cinco camellos?