«Héroes y heroínas de verdad»

-¡Espera! ¡Aún no saques la tarta! -exclamó Laura.

-¿En serio? Quiero soplar mis cincuenta velas ya -protestó Gonzalo, su padre.

-Déjala que hable -animó Ana, su hermana, con una sonrisa cómplice y su bebé en brazos. 

-Voy a dejar las clases de piano una temporada.

Salvo su hermana, su novio y su abuela, cuyos momentos de lucidez cada vez eran menos frecuentes, todos se quedaron congelados.

-¿Y tienes que decirlo ahora? Aparte, ¡ni hablar! ¿¡Por qué!? -rugió el cumpleañero.

-He escrito una novela. Quiero centrarme en ella, promocionarla.

Gonzalo se frotó la frente con ambas manos.

-Dios, ayúdame a entenderlo -rezó el padre.

-¿Y de qué trata? -preguntó Elena, su madre.

-Es de un mono rata que convierte en zombi a la gente, ambientada en el siglo dieciocho -dijo, haciendo por no reírse.

-¿¡Qué estás diciendo!? ¿Me tomas el poco pelo que me queda? Ni de coña dejarás tu excelente carrera de pianista para... cosas así. ¡Suena ridículo!

-Laura, di la verdad o matas a mi suegro -aconsejó Alberto, su novio.

Laura posó su mano sobre la de su abuela, sentada a su lado.

-Son experiencias, papá. De todas esas cosas que contaba la abuela cuando aún contaba cosas. Trata de una mujer que tuvo una infancia difícil en el pueblo, que vino a la ciudad con una mano delante y otra detrás, que tuvo que trabajar de sol a sol para que a su familia no le faltara de nada. Y que, a pesar de tenerlo todo en contra, supo crear una familia y darle amor. Mi libro es su historia y la de muchas otras. Los héroes y heroínas de verdad merecen más espacio que los de ficción.

Su abuela le dedicó una sonrisa y le acarició la mejilla.

Gonzalo, acongojado como todos los presentes, meditó unos instantes.

-¿Luego seguirás con el piano?

-Sí, papá.

-Vale. ¿Y cuándo puedo leerla? -preguntó, con una sonrisa.