Vuelvo a dar otra vuelta en la cama y me quedo mirando a Josh. Duerme plácidamente, despreocupado, mientras yo no paro de repetirme frases, a cada cuál más directa, para contarle lo que desde hace días sé que no voy a poder seguir ocultando.
Hace tiempo hubiera bastado con decirle que estaba enferma, que no me encontraba bien, pero en este nuevo mundo todo es mucho más complicado.
Después de la guerra que lo cambió todo y del confinamiento perimetral que se estableció, en muchos núcleos de población se llegó a una superpoblación, para la que se determinó como solución que se “prescindiría” de todo aquel que necesitase una medicación constante.
Desde entonces esa ley se ha aplicado con tal rigor, que miro a mi alrededor y me cuesta recordar lo que significaba la palabra humanidad.
Hace unos días que tengo la visión borrosa, estoy mucho más cansada de lo normal y una sed constante habita en mi garganta. Sin duda tengo los primeros síntomas de una diabetes. No es grave, pero iría contra la norma establecida, necesitaría una medicación que no voy a tener.
Josh fue nombrado agente, y su labor es delatar a todo aquel que ya no cumpla con el patrón de salud establecido.
Quiero pensar que él me ayudará cuando se lo cuente, que buscaremos la forma de encontrar la medicación que pueda necesitar, pero siento que el miedo es más fuerte que la confianza que tengo con él.
Y para él…¿Será el amor más fuerte que el miedo a que lo condenen por no delatarme?
Vencerá el amor?
Me ha encantado, enhorabuena.
Saludos Insurgentes
Enhorabuena.