Raksasa era un apacible gigante que llevaba con orgullo la única Botica de la Villa Al Este del Hum. Un otoño vio, con gran pesar, cómo los elfos aurianos montaban una de sus boticas en la Villa. Había oído historias de cómo los aurianos tenían boticas, idénticas entre sí, en todos los pueblos al sur de las Sierras Ventosas, pero nunca pensó que llegarían hasta su puerta.
Poco a poco, los clientes fueron atraídos por la novedosa botica, “Farmacia Auriana 58” que le decían.
Una tarde, Raksasa decidió visitarla. La tienda era luminosa pero algo baja, por lo que la recorrió doblando la cabeza. Para su asombro, además de medicina e ingredientes mágicos, también vendía libros y alimentos. Al salir, se sintió tan abatido que se dirigió a la Posada del Olmo Hendido, a buscar consejo y, porque no, buen vino.
Grata fue su sorpresa al ver que compartían sus preocupaciones Penguinapan, el posadero, y Uri-en vendedora de libros y papel. “La 58” estaba arruinando sus negocios y, lo peor de todo, extrañaban ver a sus clientes.
—Tienen un sistema de puntos que tiene a todos fascinados —explicó Uri-en —aunque nadie sabe que hacer con eso
—Venden de todo, hay quien va buscar una pócima y vuelve a casa con vendas, tartas y posavasos —comentó Penguinapan con fastidio.
—No veo cómo podemos nosotros dar puntos y vender de todo —dijo Raksasa, y todos asintieron.
—Y yo no puedo creer que esas sean cosas que la gente necesite — añadió Uri-en.
Hablaron, pensaron, bebieron, y volvieron a pensar.
—¡Lo tengo! —sorprendió Uri-en —Necesitamos recordar a todos que nosotros nos enfocamos en ayudar con sus necesidades, más que en vender.
Todos asintieron sonriendo, y Penguinapan remató:
—Hagámoslo, pero si no funciona, intentemos lo de los puntos.
Dentro de la fantasía, la realidad de dos mundos paralelos entre sí.
Al final desgraciadamente la realidad supera a la ficción.
Bien narrado Lucía.
Saludos Insurgentes