Me llaman Poeta Borracho.
Y ni sé rimar, ni cato el alcohol. Antes sí, antes lo hacía a espuertas. Tanto que daba vergüenza.
Se me fue el pistón. Qué le vamos a hacer.
Yo era un señor talludito, no uno de esos niñatos recién graduados que, sufragados por los ingresos familiares, son colocados en las principales editoriales.
No, yo tuve que currármelo. Mucho. Como un cabrón.
Ya, lo sé. No son formas de hablar, pero, qué quieres que te diga, si uno no se puede sentir libre ni en las páginas de su diario, apaga y vámonos.
Bueno, como iba diciendo, a mí me costó sangre, sudor y lágrimas publicar mi primer librito. Y hambre, qué coño, mucha hambre. Semanas comiendo arroz y espinacas; se me iba a poner cara de japonés.
Y, al final, lo consigo. Y lo bordo. Me convierto en Best-Seller. Y el libro se convierte en saga y la saga en serie. Y yo, que siempre he vivido en la escasez, no sé negociar con la abundancia.
Y, venga, otra copa y otro coche más.
Y, oh, sorpresa, entrevistas. Entrevistas en las que uno sale hasta el culo de todo. Y eso genera un personaje que gusta. Y alcoholizado perdido me subo en las mesas de los presentadores y ahí me pongo a improvisar sonetos. Malos como ellos solos, pero se ve que hago gracia y a la gente le gusta.
Y gasto más de lo que ingreso, mucho más. Tanto que, paradójicamente, estoy en la ruina. Así que, aunque ya rehabilitado, para salir de mi pozo de negrura, me voy a encerrar en una casa rodeado de cámaras.
Que me graben, que me graben bien.
Voy a mandar, de nuevo, mi carrera a la mierda. Que le den a la RAE, que le den a mi asiento de cuero negro reluciente.
Porque la N no paga las facturas.
En esta frase creo que sobra el adverbio de modo: "Tanto que, paradójicamente, estoy en la ruina".
me ha gustado, enhorabuena.
Saludos Insurgentes.