Cuando era pequeña, construía historias en el aire, palacios de ideas que se volvían más fuertes, redes inimaginables de fantasía y delirios. Crear mi propio mundo…era mucho mejor vivir en ese, con cintos de vidas imaginadas, que vivir en el mundo real.
Si pudiese volver atrás, le diría a esa niña; no les dejes entrar. No les dejes ver lo que puedes hacer, no a todos los gustará. Si pudiese volver atrás, abrazaría a esa niña que había aprendido a volver arte la soledad, y le diría; ya lo has conseguido, ser feliz por ti misma, no les dejes pasar.
Pero esa niña lo hizo, porque todo el mundo le decía que era lo que tenía que hacer. Se abierta, comparte, deja a las personas ver cómo eres en realidad. Esa niña acabó con el corazón roto, no por los que no entendieron sino por los que fingieron que sí, y después volvieron trizas todo lo que había creado.
Les dejó entrar en su mundo, les amó, y les dio el poder de construir también, pero lo que hicieron fue destruir. Hicieron caer los pilares, y simplemente se quedaron de brazos cruzados con una sonrisa suave en sus labios cuando todo cayó sobre la niña, cuando todo cayó sobre mí.
Si pudiese volver atrás, le diría que todo acabaría por estar bien, que, aunque todo su mundo se hubiese derrumbado, sería capaz de levantarlo de nuevo, pero ambas sabríamos que yo estaba mintiendo. Llevaba años intentando volver a encerrarme en mi propio mundo, y no lo había conseguido. El mundo real se encargaba de ello.
La mentiría diciéndola que todo estaría bien. Una mentira cruel, la niña que fui, hacía demasiado que había desaparecido, y por mucho que quisiera volverla a encontrar, era incapaz.
Ya ni sabía quién era.