“Querida hija,
Sé que hace poco que te escribí, pero dada la situación me veo obligada a hacerlo de nuevo.Entendí cuando tomaste la decisión de marcharte lejos para trabajar en algo que nunca consideré adecuado para ti, sobre todo porque eres una mujer muy inteligente y preparada para cosas grandes. Entendí que nuestro único medio de comunicación habitual fuera este, dada la ubicación del trabajo. Y puedo llegar a entender que por todo lo anterior solo hayamos hablado dos veces en año y medio. Eso sí, agradezco que fuera en mi cumpleaños y en año nuevo.
Lo que no entiendo es que hayas abandonado por completo a tu hermano. Yo aguanto orgullosa el echarte de menos, pero Quique no, porque te necesita. O al menos te necesitaba, porque poco a poco se ha acostumbrado a tu ausencia. Ahora, en lugar de enfadado, e incluso insoportable, tu hermano está con una tristeza profunda casi todo el tiempo.
Isa, pienso que además de estar siendo injusta con él, tu comportamiento, en general, es egoísta. Al ser el pequeño, Quique lleva toda la vida contigo; te admira, te imita, te quiere con toda su alma, y te lo ha demostrado siempre. De hecho, uno de los días más felices de su vida fue cuando supo que seguiríais compartiendo habitación porque no podíamos permitirnos otra cosa.
Por eso, hija mía, te pido que hagas un esfuerzo por cambiar esto. La distancia es algo inevitable, pero vivimos una época donde comunicarse es muy sencillo, y no hacerlo es una elección.
Cuídate mucho. Te quiero.
Teresa.”Imprimió el texto y lo firmó con sumo cuidado. En ese momento, alguien golpeó la puerta tres veces, abriéndola a continuación.
—Quique, ¿prefieres cenar huevos fritos o tortilla francesa?
—Tortilla, mamá. Gracias —respondió con cariño, mientras escondía la carta con sus brazos.
Saludos Insurgentes.