«La seta»

-No me cortes, joven niño, pues los dioses me han dado una gran habilidad y, si me perdonas, la compartiré contigo...
El niño, pensando que algún duende quería tomarle el pelo, ignoró tales palabras y cercenó. Entonces cayó la noche, un rayo surcó el cielo y la lluvia borró sus huellas. El niño, con su navaja y ropa mojadas, se vio rodeado por enormes árboles secos y espeluznantes.
-Asesino
Susurró un árbol.
-Asesino
Dijo una hoja.
-Asesino
Gritó el bosque entero. El niño, sin rumbo, empezó a correr.
-Asesino, asesino, asesino.
El niño corría entre lágrimas, tropezándose con ramas, cayendo en el barro.
-Asesino, asesino, asesino.
Daba igual a dónde mirara, oscuridad y hostilidad. Parecía que los árboles iban a salir a por él.
-Asesino
Volvió a correr a pesar de sus heridas. El viento devoraba sus pedidas de auxilio, no dejaría que un asesino pudiera volver a ver a su madre.
-Asesino
Dándose por vencido en un charco, vio algo, alguien astado, enorme y amenazante.
-Asesino
Dijo con una voz grave que retumbó por todas partes. Y le señaló con una terrible sonrisa.
-Asesino
El niño, casi exhausto salió corriendo, sangrando y llorando.
-Asesino
Estas palabras tronaron sobre su espalda y se cayó.
-Asesino
Se giró y no había nadie. Respiró, habría sido su imaginación. Se levantó y, al alzar la mirada...
-Asesino
A un centímetro de su cara. El niño, petrificado, no pudo ni llorar más, se acercaba el...
-Asesino