Me fui pegando un portazo. Fue tal el estruendo que cuando bajaba las escaleras, al pasar por el segundo piso una vecina entreabrió la puerta y me dedicó una mirada. Ese atisbo se clavó en mi nuca. De golpe, una lágrima hirviendo se desprendió de mi ojo izquierdo y sentí el apuro por huir de ahí.
Antes del portazo estaba leyendo el Zoo de cristal de Tenesse Williams, salí a la calle abrazada al libro y esquivando los rayos del sol, abandoné la siesta de La Llum. Iba a la playa y llevaba el libro sobre la falda, el soleado interior del bus contrastaba bruscamente con el hastío de la historia, algo me sofocaba y hermanaba a la vez.
Imaginé que podría ser la hermana de Amanda Wingfield (la madre de la historia), la tía salvadora de esos hermanos y llevarme a mi hermana, esa bestial, absoluta e incondicional madre, de viaje las dos solas a alguna playa con una heladera llena de cervezas y sándwiches. Yo le diría a mi hermana “estamos de paso, disfrutemos hoy, sin mirar al pasado”, ella me miraría con su típico ceño fruncido mientras bebía y asentía mirando perdidamente como las olas del mar iban y venían.
Descalza busqué un lugar en la playa, en el camino me coloqué la última gota de un protector olvidado en el fondo de la cartera. Encontré rápidamente un sitio para sentarme. Una vez sentada, apareció su mano delicada pero sin “manicure” que me daba un sándwich mientras me decía“ hice de atún, los tenemos que comer rápido”. Sin mirarla a los ojos, tomé el sándwich con la mano izquierda y con la derecha tomé una lata de cerveza. Estaba pasando.
Nostálgico y lleno de matices.
El final es brutal!
Enhorabuena.
Saludos Insurgentes
Saludos sublevados!~💪🏾✨