De pronto, el bullicio de varias conversaciones superpuestas se interrumpió. Cómo si tuviera un superpoder para entender todas la charlas al mismo tiempo, la voz de Daniel cruzó la habitación silenciando al resto.
-¿Qué dijiste Martina?-
Por ese superpoder, o porque era el cumpleañero, el dueño de casa y el padre de algunos, todos hicieron silencio. Martina se irguió y escupió la frase tan ensayada.
-Que me ha ido tan bien en los retos de escritura de Libros.com, y disfruto tanto escribiendo, que he decidido dedicarme de lleno a eso. He abandonado la facultad de ingeniería y el año entrante me anotaré en la de letras.
-Pero si acabo de pagar la matrícula, van tres semanas de clases Martina- el tono de Daniel era bajo pero profundo
-Papá tú siempre has dicho que debemos elegir nuestro camino-
Daniel asintió con la cabeza mirando el zócalo, luego hizo un ademán para que siguieran hablando y abandonó la habitación con las manos en los bolsillos. Se dirigió al ático, tomó la llave del escondite y abrió el viejo armario. Su mujer, que lo había seguido sigilosamente tocó con suavidad su hombro
-Por favor, no viajes otra vez al pasado, no puedes evitar que quiera ser escritora.
-La tercera es la vencida Zulema. Tiene que ser ese libro ilustrado de Bradbury de cuando cumplió 8, lo cambio por una edición especial de Legos y esta vez si la arreglo- dijo mientras se ajustaba el arnés y presionaba botones en un panel.
Daniel y el armario desaparecieron. Zulema suspiró resignada, sabiendo que tenía algunos minutos bajó y le dijo a todos
-¿Servimos el postre?
La perseverancia es la que prevalece!
Enhorabuena, buen relato.
Saludos Insurgentes.