Baja la cortina metálica y se asegura que está bien ajustada. Mira alrededor: la calle que lo ha acogido durante diez años, una calle que ha llegado a querer como si se hubiera criado en sus aceras. Alza la vista hacia las fachadas de los edificios. El calor de julio mantiene las persianas cerradas y no hay ningún rostro conocido asomado a un balcón o una ventana.
Una mujer tuerce la esquina y se acerca a la panadería.
- Juanito, ¿ya cierras? Es hora, hijo. Hora de descansar.
- Cierro por vacaciones, Julia. Mañana no abro.
- Merecidas las tienes. Que ¡menudos madrugones te pegas!
Julia es una de las mujeres que siguen viniendo cada día a por la baguette o el pan de picos, sin dejarse tentar por el supermercado de marca prestigiosa abierto hace dos meses en la avenida principal del barrio.
- Voy a echar de menos tu pan. Y esas madalenas tan ricas….
- Seguro que encuentra otra panadería….
¿Qué pensará Julia cuando vea en agosto que sigue cerrada la panadería? ¿Y en septiembre? Debería ser sincero con esta señora tan amable.
- Julia, ¿y si yo le dijera que me apetece escaparme de aquí una temporada?
- Normal a tu edad.
- Irme a recorrer el mundo con una mochila.
- Un chico tan joven metido en cuatro paredes desde las siete de la mañana, aguantando el calor del horno, las manías de la clientela, … normal que quieras tener experiencias, conocer cómo funciona la vida lejos de esta ciudad. ¡Ay, si yo pudiera!
El panadero abraza a la mujer y le planta un beso en la mejilla.
- Despídame de sus vecinos.
Cuando se separan, él siente que no es un fracasado.
Siente que Julia lo ha convertido en un aventurero.
La señora Julia sabía lo que ocurría desde el minuto uno.
Qué importante es la experiencia de la vida.
Me ha gustado, enhorabuena.
Saludos Insurgentes