«Los muros que nos encierran»

 Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, había de recordar aquella tarde remota en la que todo empezó. De unos inocentes chistes, a las mismas anécdotas de siempre, acabando con una idea descabellada. Así es, mi situación actual se debe a una loca idea que tuvimos hace cinco inviernos entre unos colegas, reclamar la libertad que los amos nos quitaron desde que estábamos en el útero de nuestras madres. Como era costumbre, los hijos de los esclavos nacen para sustituir a sus predecesores. Como la decimoquinta generación de esclavos, no conocíamos nada fuera de los seis colosales muros que nos separaban del exterior. Las historias de mares, ríos y bosques distorsionadas tras la quinta generación. Nacimos esclavos y moriríamos esclavos, viendo a nuestros descendientes, si es que nos acompañaba la suerte a vivir tantos años.
O eso pensábamos hasta esa fatídica tarde, en la que los vientos del cambio nos impulsaron para perseguir nuestros sueños. La idea era sencilla, superábamos a nuestros dueños veinte a uno, una revuelta si nos uníamos todos parecía sencilla, solo requería coordinación y la cooperación de todos para su éxito.
Obviamente, como habrás adivinado, hemos fracasado, el pelotón levantando las armas para empezar el fusilamiento de los lideres del levantamiento que quedan vivos los demuestra. ¿Qué hizo que un plan tan bueno fallara? Subestimamos la robustez de los muros, jamás hubiera imaginado cuan altos y solidos eran, condenándonos a una vida de servidumbre. No, no son los seis muros entre los que crecimos, sino los muros que se alzaban cada día que pasaba, disminuyendo la confianza e incitando a la sumisión.
Solo un cuarenta por ciento se nos unió, y aunque una proporción ocho a cero no es despreciable, ellos tenían armas. Las mismas armas están usando para levantar aún más los muros. !BANG!