Ayer estuve en el Museo con un grupo de niños de ocho y nueve años. Al detenernos frente a un cuadro de Jean-Léon Gerôme, llamado “The Carpet Merchant”, aproveché para explicarles, en detalle, la vida del autor y sus obras más destacadas.
Posteriormente, me dispuse a analizar el magnífico cuadro que teníamos ante nuestros ojos. Los pequeños miraban atentamente, tratando de no perderse ningún detalle de mi explicación. Parecían tan absortos en el argumento de la exposición que daba pena poner punto y final a la misma.
Terminada mi explicación, uno de los niños, levantó tímidamente su mano, para hacer una pregunta.
- Por favor, ¿podría explicarme en qué está pensando el hombre del turbante blanco y la túnica amarilla que está apoyado en aquel balcón?
Seré sincero. En todos los años que llevaba analizado ese cuadro en mis visitas, nadie antes me había planteado tal duda, por lo me quedé sorprendido y bloqueado a partes iguales.
- ¿A ti qué te parece? – Respondí, tratando de ganar algo de tiempo para encontrar una respuesta.
- Yo creo que está contando el número de alfombras que tiene el tendero. – Argumentó el niño sin pensárselo mucho.
Unos pasos más atrás, una niña levantó la mano y respondió a su compañero espontáneamente:
- Te equivocas. Ese hombre está enamorado y está pensando en su amada. ¿Todavía no te has dado cuenta?
En ese momento pensé: “ ¡Tierra, trágame!”, tratando de contener la risa.
Y es que, queramos aceptarlo o no, los niños son maravillosos. Allí donde se plantee una incógnita, siempre habrá un niño dispuesto a plantear una solución, por mucho que ésta pueda resultar, a simple vista, completamente inverosímil.
Enhorabuena
Saludos Insurgentes.