«Mi guardián»

Todavía recuerdo las palabras de mi madre: Owen, debes llegar a la aldea antes de que desaparezca la luz del sol. Esas palabras se repetían en mi cabeza al despertar.
Comenzaba la fiesta del Samaín, así que recogía setas en el bosque para celebrar el comienzo de la estación oscura. Los niños preparaban unos disfraces mientras los adultos recolectaban castañas y setas para cocinar deliciosos platos.
Como mi madre llevaba unos días enferma, no podía salir a recolectar las setas que necesitaba para cocinar su sabroso pastel, así que decidí salir yo mismo.
Mientras rellenaba la cesta, el estómago me rugió de hambre, me olvidé de la merienda y me sentía enojado por ello. Por el camino había apreciado varias castañas sobresaliendo de su zurrón, así que aproveché la ocasión y con cuidado para no pincharme, cogí varias castañas y comencé a comer. Un sonido entre las ramas me llamó la atención, y al alzar la vista me sorprendieron gratamente unas ardillas rojas correteando por las ramificaciones del castaño. Me observaban a la vez que masticaban el fruto que sujetaban entre sus manos. De pronto, sentí una presencia a mis espaldas, me giré asustado dejando caer la cesta con las setas que había almacenado. Pude verlo entre arbustos, era un lobo blanco, me aterraban, así que cogí mi cesta y corrí hacia la aldea antes de que me eligiera como cena.
Miré hacia arriba, un hermoso cielo anaranjado entre las copas de los árboles, mostraba una luna gibosa. Fue el instante en que tropecé con una raíz que sobresalía del suelo. Después solo recuerdo un golpe en la cabeza y el sonido de los lobos, y entre sueños, momentos de frío y temor entre la oscuridad.
Desperté al alba, mientras mi guardián, el lobo blanco, me lamía el rostro.