«Mundos paralelos»

¡Pues sí que se ha armado un revuelo en el gallinero! Esta reacción no me la esperaba; el salón atestado de familiares y, de pronto, hasta se podían escuchar cómo afinaban los grillos su canto.
La vida siempre nos exige muchas cosas: trabajo, salario adecuado, crear una familia, contribuir a su prosperidad y, a fin de cuentas, enrolarte (voluntariamente obligado) en una galera para remar hasta el acabose de los días sin conocer el rumbo.
Mis padres, ateos de profesión y defensores del agnosticismo, rezaban a un dios pagano diferente cada minuto, rogándoles que me devolvieran el juicio perdido. El resto de comensales iban y venían entre comentarios de sorpresa, admiración y presos de la incertidumbre.
La vida siempre exige y, a cambio de deslomarte, tu sueldo mensual es la lumbalgia; ¡yo también puedo exigir!, y exijo que la vida me escuche, que me ceda un hueco, que me proporcione un pedestal para encumbrar mi nombre. Llevo años escribiendo en las sombras y siendo la pluma silenciosa de reconocidos patanes y, ahora reclamo lo que por justicia y derecho me pertenece.
Ya es tarde, porque hace una semana que he dejado, con mucho gusto, mis tres trabajos esclavistas, los cuales ni siquiera me permitían soñar con un futuro malogrado.
He decidido agarrar la vida por los cuernos, sin pedir permiso, sin pedir disculpas y la agitaré bien fuerte hasta que emerja de sus bolsillos lo que me debe.
- Hija, ¿estás bien? Te noto pensativa y muy callada.
- Sí, estoy bien. No es nada, papá.
Debería dejar de jugar con la cuchara en el plato, apartando comida de un lado a otro.
Mierda... como me salga el tiro por la culata...
Mis padres sonríen contentos. No, tampoco les aguaré la tarde familiar hoy.
Bueno, haré como ayer: "mañana se lo diré".