Estábamos en casa reunidos por el cumpleaños de papá: mamá, mi novio, la abuela, y mi hermana mayor con su bebé. Llevaba mucho tiempo postponiendo el momento. Mi artículo lo iban a publicar en pocos días. Mi padre y mi madre tienen reputación en el barrio de ser personas austeras. Mi hermana también. A ella, cuando le comenté aquello que quería contar a papá, me preguntó insistentemente si me había vuelto tan imprudente como para confesarle ser una invertida. Mamá lo sabe a medias y cuando me ve intenciones de querer mencionarlo, me silencia. A mi hermana respondí un no, no me había vuelto una temeraria. Es más, de serie era rebelde. Y por eso, aquel día, ocurrió lo acontecido. Mientras papá leía la sección de sucesos en el periódico, me acerqué a su sillón. Al estar tan cerca de él, me acordé de las palabras de mamá: “Contar las cosas siendo fina”. No soy una bruta, odio los rodeos. No esperé a que papá bajase el periódico. Él sabía que estaba delante suyo. Esperó a que hablase.
-Papá, antes de nada, muchas felicidades. Sé que igual no te hace mucha gracia lo que te voy a contar y lo cierto es que te lo tenía que haber contado antes. Así que nada, mejor como regalo de cumpleaños. Papá, te quiero decir que me estoy dedicando a escribir.
Mi padre, de temperamento reservado, en su seriedad, transmitió en pocas palabras lo que sentía por dentro. Y sin bajar el periódico, dijo todo lo que quería expresar.
-Hija, hemos terminado de comer. La bayeta está en la cocina. La lejía también. Solo queda arrodillarte.
Mi padre no bajó el periódico. Ni en los días que siguieron a mi artículo: Manuel Jalón ingeniero aeronáutico, importador de la fregona. Ninguna volveríamos a arrodillarnos.


Me quedo con buenos destellos del relato.
Enhorabuena.
Saludos Insurgentes.