Las voces en casa eran el pan de cada día. Mi padre aprovechaba cuando soltaba una botella de vino vacía para abrir otra, y así pasaban las horas.
Mi madre estaba cansada de pelear con él, aunque quiero pensar que en el fondo lo quería, y por eso no huimos de casa antes de que él muriera.
Tan sólo contaba con 7 años, pero ya sabía que mi futuro iba a ser crear un mundo de fantasía para todo el mundo que se encontrase triste o en una situación similar a la mía, para que pudiesen escapar y ser felices.
Mi padre siempre me gritaba que una mujer decente no podía ser actriz ni escritora, y pienso que la opinión de mi madre era la misma, aunque por llevarle la contraria a él nunca la expresó.
¡Ay, papá!, cuántas veces me acordé de ti cuando salí a escena en las giras interminables que hice con varias compañías shakesperianas, no por las broncas que hubieras montado, sino porque me demostré a mí misma que cada uno de nosotros puede conseguir lo que se proponga en esta vida, aunque las personas de tu propia sangre estén en contra de ello.
Hoy hace 30 años que plasmé en un libro ese mundo de fantasía al que quise viajar tantas veces de pequeña. Y aquí en este cine, puedo ver las caras de alegría de los más pequeños que ven esta adaptación cinematográfica.
Que estos pequeños no tengan las promesas de azúcar que yo tuve, que tengan todas las dosis posibles de optimismo para pasar el día y que hasta lo imposible sepan que es posible.
Hoy soy feliz, cumplí mis sueños a pesar de todo y Mary Poppins me ayuda a llevar a todos al mundo de fantasía que siempre quise crear.
Un relato muy interesante.
Como Mary Poppins.
La empatía, el amor y la colaboración como la base de la sociedad
Enhorabuena.
Saludos Insurgentes.