«No todo lo que necesitas es amor»

Jane, Jane, Jane...otra vez la misma historia! ¡¿Cómo no te das cuenta, mujer?! ¿Cómo puedes dejarlo ahí por culpa de unos preceptos morales tan arcáicos y rancios?

Ubicarse en la época no resulta nada fácil. Otra vez me molesto con ella cuando abandona Thornfield solo con lo puesto. Puedo entender perfectamente su angustia pero, ¡chica!, salir de esa forma de la casa y perderte no es solución...

Siempre que llego a ésta parte hago un alto, lo dejo por un rato para meditar un poco. Las palabras de Rochester cuando ella finalmente sale de la habitación me conmueven aunque las sepa de memoria, aunque sepa el final del libro.

La soleada playa no parece el mejor escenario para una historia tan dramática y contemplo un mar Cantábrico sorprendentemente calmo.
No hace calor, nunca hace suficiente calor como para bañarse y la gente camina mojando solo los pies en la espuma salpicada de carbón que se arremolina sobre la arena.
La placidez de la escena debe haberme hecho dormir.
 
Ya no soy yo sino ella. Caminando sin rumbo por los helados páramos. Huyendo...Huyendo. La voz de él resuena en mi conciencia: "temo que el que haya vertido lágrimas de sangre haya sido tu corazón". ¡Cuánta razón tenía! Puedo sentir el agujero que quedó en mi pecho en el lugar donde debería estar el corazón. Puedo recordar cada palabra, cada mirada, cada caricia...puedo perdonar. Pero no puedo transgredir. No puedo olvidar lo que soy. Sino, ya no sería yo, ¿no?. La persona que amas desaparecería en el mar de la culpa.
 
Aún en este torbellino de pensamientos desordenados y caóticos no puedo dejar de pensar en una cosa: ¡Porque cojones no habré cogido la cartera!
Se ve que en el siglo XXI somos un poco más prácticos, Jane.