Cuenta la leyenda que las montañas de Cantabria están habitadas por un terrible monstruo llamado Ojáncanú, un enorme ser con un solo ojo en su frente, su cuerpo está cubierto por una espesa mata de pelo rojizo que le sale de la cabeza y la cara, y un solo pelo blanco. Un pelo que es su punto débil, porque según los lugareños, si se le ciega su único ojo y se le arranca ese pelo, morirá. Pero aún nadie lo ha conseguido.
Ojáncanú, que se alimenta de bellotas, acebos, maíz, murciélagos y golondrinas, es la encarnación del mal. Siembra el pánico secuestrando a bellas jóvenes, derribando árboles, taponando fuentes y demás maldades.
Gustavo, un joven aguerrido de la Vega del Pas, decidió un día partir hacia la montaña y acabar de una vez por todas con la leyenda y matar al monstruo, aunque estaba convencido de que realmente no existía.
Después de varios días de búsqueda, de recorrer toda la montaña, desfiladeros, ríos y precipicios, Gustavo decidió desistir de la búsqueda, hasta que escuchó un gruñido sordo y profundo que provenía de una cueva. Era el 31 de octubre y el monstruo acababa de despertar. Sin pensarlo un minuto se adentró en lo más profundo de la gruta, allí se encontró al monstruo, tumbado en el suelo, sin apenas fuerzas. Gustavo comprendió que aquel ser no era tan terrible como decían, solo un desafortunado error de la naturaleza. Durante días le cuidó y le alimentó, hasta que Ojáncanu pudo levantarse. Durante aquellos días, entablaron una gran amistad, hasta que Gustavo le preguntó:
—¿Por qué siembras el mal?
—No lo sé, es mi naturaleza.
A los pocos días Gustavo fue encontrado muerto al fondo de un barranco.
Gracias por tan magnífico relato, enhorabuena paisano.
Saludos Insurgentes
El norte es una tierra peculiar que esconde leyenda y bondad, a la par que misterio y el terror de la nocturnidad.
Gustavo debería haberse encomendado a algún patrón del santoral o llevado consigo alguna meiga.
Este relato me ha dejado mejor sensación.
Votado.