«Otro»

Cuando se despertó una noche de un sueño intranquilo, se encontró en su cama convertido en otro. A pesar de que el descanso no había sido reparador, que casi no se podía llamar "descanso", sentía una fuerza y un ánimo inusitados y podía notar cómo sus neuronas bullían en una actividad incesante. Intentó recordar el sueño, o la pesadilla, que lo había transformado de ese modo, pues a duras penas mantenía en pie las imágenes de la noche anterior, tan cargada de excesos, de gente, de ruido y de caos, de llanto o de risa o de gritos. Tenía un vago recuerdo de que la había cagado con algo importante, de que había dicho lo que no debía, de que no había sabido acabar en condiciones con aquella conversación que lo irritaba tan profundamente y que, finalmente, había cortado por lo sano. Por todo eso, cuando se acostó pensó que había sido un día de mierda y que, en definitiva, toda su existencia lo era.
De manera que tuvo que ser el sueño, o la pesadilla, el revulsivo que lo había convertido en ese otro yo que ahora hacía planes para el día luminoso que pronto se adivinaría tras la persiana. Alguien limpio, nuevo, animado y feliz, que trató de rescatar de entre las brumas del inconsciente, porque... ¿seguiría aún en ese plano donde vivimos lo que soñamos? ¿O había vuelto ya de ese estado en que se había forjado este nuevo personaje, un superhéroe, un neomán, newmán, nuevomán o como fuera que se llamara el hombre renacido?
Lo sacó de sus cavilaciones el parpadeo de los números rojos del despertador que tenía en la mesilla de noche, con todas las respuestas: uno de enero.