Amiga mía, te pido perdón.
Hace años (una eternidad ya) que no hablamos, que no nos vemos, que no escucho las historias increíbles que me provocaban las mejores carcajadas de mi vida.
¿Qué pasó? No sé. Éramos uña y carne, si hasta compartíamos la fecha de cumpleaños. Unidas por el destino, separadas por alguien que se interpuso y quiso ser el nuevo centro de una vida que, sin ti, te lo confieso, no es la misma.
Te echo de menos. Mucho. No te imaginas cuánto.
Me gustaría volver a sentir tu abrazo, tu alegría, tu inmensa felicidad. Deseo, de corazón, que todo te vaya bien. Que encontraras por fin a quién buscabas para compartir tu amor, tu vida, tus sueños.
Por si algún día lees esto, te cuento que mi vida sigue adelante, encontrando nuevos retos que afronto con confianza en mí misma, porque me enseñaste a batallar y no desfallecer. A creer en mí. Y eso es lo que sigo haciendo. Cada día que pasa me siento más fuerte, más capaz.
¿Y tú? ¿Qué tal todo? Supongo que vivirás en el extranjero… Londres como mínimo. Tus inquietudes siempre te llevaban a vivir aventuras y aquellas islas te reclamaban como el canto envenenado de las sirenas.
¿Sabes? Hace poco estuve en tu ciudad, la que te vio nacer y te permitió partir para estudiar en la capital. Allí, entre el verde de la hierba recién cortada y el olor a campo, recordé nuestra primera aventura, aquella que nos permitió descubrir durante un fin de semana que habíamos dejado de ser niñas y éramos capaces de poner el mundo a nuestros pies.
Amiga, ojalá volviera a tenerte a mi lado. Ojalá tuviera un instante para regresar de nuevo a tus profundos ojos azules. Ojalá escuchar de nuevo tus historias. Ojalá.
Buen relato, enhorabuena.
Saludos Insurgentes