No suelo abrir el buzón, me da miedo esa gente que quiere cobrar, pero bueno, a veces lo hago para demostrarme que soy una persona integra y que vivo la vida como uno más de los demás.
Normalmente la secuencia es coger toda la papelada, subir la escalera hacia casa, buscar la papelera y tirar, tirar, tirar, ¡mierda!, tirar, tirar y mierda, la luz.
Hoy he roto con el rito al grito de: ¡Postal!
¿Postal?
Acaba de alcanzar en el ranking de mis miedos aquellas personas que tienen el tiempo suficiente para enviar una postal.
Algo traman.
La foto de la postal es de la entrada de una cafetería de los años 50.
Giro y veo mi letra y mi nombre firmado debajo.
“No te cases con Peggy Sue”
- ¿Quién te ha escrito Buddy? – me sorprende mi prometida- Nadie Dolly, un loco…
Amo a Dolly.
En dos días me caso con ella.
En otra parte de la casa, en la buhardilla, Dolly abre una caja de galletas y mira de nueva esa postal que le llegó justo un día antes de conocerme: “cambia de nombre Peggy”.
Y Peggy sonríe.
Acaricia una navaja de afeitar bien afilada y sonríe.
Buen relato, enhorabuena.
Saludos Insurgentes.