Querido lector,
Esta novela es el resultado de una de las mayores decepciones de mi vida. Si eres de los que cree que los prólogos no son más que verborrea cursi, te aconsejo que saltes directamente al primer capítulo. Si, por el contrario, prefieres quedarte, permíteme que te cuente una historia.
El día del cincuenta cumpleaños de mi padre expresé lo que, en mi cabeza, sonaba como un deseo razonable: «Quiero ser escritora».
Esperaba aplausos y muestras de aliento, pero un silencio implacable se adueñó del salón.
Mi abuelo, en su juventud, había dedicado versos a sus seres más queridos. Recuerdo que se levantó a la cocina con el pretexto de descorchar otra botella. Como si mi anuncio no fuera con él.
Mi abuela no había escrito nada, pero sentía verdadera devoción por aquellos que lo hacían. En aquel momento, sin embargo, miraba hacia otro lado.
Mi madre era mi principal apoyo. Mi faro, mi guía, la persona que me respaldó desde que tengo memoria. La que siempre había salido en mi defensa jugueteaba con la cuchara, dándole vueltas a una sopa imaginaria.
Mi novio (ahora mi ex) se había dejado la piel para intentar causar una buena impresión. Y entonces, justo en el instante en el que debía borrar esa sonrisa impostada y arroparme, parecía tener los labios sellados.
Los ojos de mi padre llameaban de ira. Todos le tenían miedo. Nadie hablaba.
No entraré en detalles sobre lo que dijo. Salí dando un portazo, con el rostro arrasado en lágrimas.
Espero que disfrutes de la segunda edición de este libro. La primera vendió millones de ejemplares en todo el planeta y la concibió un alma soñadora en la que su familia no confiaba.
Quiero dedicárselo a la persona que, pasara lo que pasara, siempre estuvo cerca.
Tú ya sabes quién eres. Nunca me has fallado.
Y sé que nunca lo harás.
Enhorabuena por el relato.
Enhorabuena.
Saludos Insurgentes.