Hola Julia, ¿cómo estás? Yo bien, te escribo desde el pueblo, estoy apurando mis últimos días de paro, cuando esta postal llegue a ti ya habré empezado a trabajar de lo mío. De lo que me gusta, aquello para lo que llevo años preparándome.
Ya aprobé aquel examen y por fin me han asignado una plaza. Creo que de lo del examen te enteraste, lo puse en Facebook y creo recordar que vi tu like. Te preguntarás por qué te escribo después de tanto tiempo. Verás, cambié de número de teléfono y perdí todos los contactos, pero sigo recordando donde vivías. Aquel piso donde pasamos tantas tardes divertidas y alguna que otra noche loca de fiesta. ¡Qué tiempos! Ah, la juventud… a partir de ahora casi todo va a ser trabajar. Supongo que, como tú, imagino que, como todos. Todos andamos ahora centrados en lo nuestro y con poco tiempo libre.
La postal es del castillo del pueblo de al lado, que es más turístico y conocido que el mío, a ver si te animas a visitarlo algún día, algún fin de semana. Te recomiendo que lo hagas en otoño y que me avises por si estoy yo, egoístamente. Me encantaría verte y mostrarte los lugares donde crecí y los escenarios de mis primeras travesuras. En otoño todo tiene otro color, otra luz, además, el entorno del lago queda precioso, con un manto hermoso de hojas rojizas y amarillentas caídas. Y te puedes bañar, el agua está caliente. Me imagino que ya habrás oído hablar de ese lago termal.
Sin más, me despido sin otra intención que no sea que me hagas un huequecito en tu vida, y la manera menos invasiva de decírtelo que se me ha ocurrido ha sido la postal. Te dejo mi número de teléfono, un beso.
Enhorabuena!!
Saludos Insurgentes.
Yo hubiera cambiado la distribución del primer párrafo para que se asemejara al encabezado de una carta.
No obstante, no deja de ser un buen relato.
Votado 😉👍🏼