El viejo Guzmán 3 Dedos era considerado una atracción para los más pequeños en la posada del Caminante Cansado. El curtido marinero contaba divertidas historias de cómo el navío en el que pasó su vida había descubierto lugares increíbles a cambio de que su vaso no estuviera nunca vacío.
–La deshidrata. Te duele tanto que no sabes ni qué hacer pero yo tenía mi remedio casero que un día compartí con mi amigo Julián. Se trataba de un ungüento a base de miel y plantas que sanaba las heridas pero lo mejor de todo es que si te relamías la cara… ¡sabía delicioso!
–¡Puaj!, seguro que se hace una plasta en la cara. –gritó uno de los niños.
–Un día, desembarcamos en tierra desconocida y marchamos a la selva a recoger provisiones. Estaba con otro marinero cuando empezamos a escuchar un ligero zumbido seguido de unos gritos. Ese zumbido penetrante cada vez se sentía más cerca y el temor empezó a apoderarse de mí.
De repente, un crujido de ramas resonó a nuestro lado y sin darnos cuenta otro marinero salió de entre la maleza tropezando con nosotros y tirándonos al suelo. Su cara desencajada solo atinó a decir "¡Corred insensatos!".
Tras él, el zumbido se hizo inmenso y una sombra vibrante emergió de entre los árboles. Corrimos perseguidos por aquel monstruo incansable hasta la playa y allí nos dirigimos al barco para ponernos a salvo. El monstruo hizo un giro brusco y se lanzó al mar.
Una mancha negra salió volando hacia el cielo y vimos a Julián salir del agua lleno de picaduras de insectos. Desesperado gritó "¡Guzmán te voy a matar!, tu maldito ungüento ha atraído a todos los bichos y me querían comer vivo".
Muy bueno.