A media mañana, el avisador de la puerta de Awen Books se despierta para anunciar visitantes. Una mujer menuda, y entrada en años, los recibe:
—¡Qué alegría volverte a ver, Matías!
—Lo mismo digo, Orfidia.
—Veo que vienes acompañado.
El aludido da un paso al frente. Se trata de un hombre corpulento, de mirada severa y melena rebelde, ataviado con una gabardina.
—Mi nombre es Augusto, y he luchado en más batallas de las que mi memoria puede recordar.
—Es un caso especial, Orfidia. Su evolución no puede hacerse esperar.
—He sido convenientemente informada por el Concejo, descuida.
Los lleva a una estancia en cuyo centro hay un atril con un libro llamado Syntomóteros.
—No te voy a engañar, será lo más doloroso a lo que jamás te hayas enfrentado.
—Tranquila, estoy acostumbrado.
—Querrás parar de leer, pero el libro no te va a dejar una vez hayas empezado.
—Te lo voy a explicar —interviene Matías—: su lectura provocará que todo el karma que aún hay en ti desaparezca, según el plan.
—Me someto a la voluntad del Concejo.
Dicho lo cual, se queda solo en la sala y empieza a leer. Pronto se da cuenta de que el texto trata de su vida, desde el inicio. Se van sucediendo todos los eventos que le marcaron, sus pensamientos, miedos y sombras. Las palabras se van impregnando del dolor que aún sigue presente en su interior. No resiste y los ojos se empañan. El dolor de otras personas también aflora: tanto de seres queridos como de los que dio muerte. A medida que lee, su anatomía comienza a desaparecer con desgarros y lentitud.
Varias horas después, solo quedan visibles sus ojos humedecidos y las manos temblorosas. La conversión total en esfera de luz se produce en la última página.
Misión completada.
Muy bueno, Jose
Fantástico
Saludos Insurgentes