Todo el mundo me pregunta. Angustiada, no sé que responderles. Por primera vez desde que Moira me cedió su cetro de sabiduría me siento incapaz de resolver un problema en la aldea. Ella sabría qué hacer, pero su retiro en las montañas altas ha hecho que no pueda pedirle consejo.
La cosecha ha sido mala, las lluvias de primavera y el granizo de fin del verano han mermado la cantidad almacenada. El maíz apenas llena la tercera parte de los depósitos y las patatas, tras las inundaciones de abril, apenas llena el almacén. Con la luz de la primavera y el verano nuestros campos lucían esplendorosos y llenos de fruto, pero la sombra de Thor ha hecho además del cambio climático, que el reparto para las familias sea menor. Ellos piensan que con magia les puedo salvar, que multiplicaré las cosechas y todo será como antes, pero debo respetar a la Madre Tierra, ella es mi guía y mi protectora. Cuando recogemos hierbas en el bosque, lo hacemos con cuidado y asegurándonos que la planta volverá a darnos frutos la temporada que viene. Nuestras medicinas dependen de ello y la vida de la aldea, también.
Pero está enfadada, lo sé. La castigamos y juzgamos por algo que no ha hecho y nos lo devuelve, en un aprendizaje duro, muy duro. La oscuridad es triste y larga. El invierno reduce la luz en nuestras vidas, es el fin del solsticio de verano lo que reduce las reuniones y fiestas. Poco puedo hacer, salvo oírles e intentar tranquilizarles, sé que Moira lo haría mejor.
Contra la Madre Naturaleza no se puede competir, ni tan siquiera con magia.
Un final lleno de incertidumbre, como el futuro del Planeta.
Me ha encantado, enhorabuena.
Saludos Insurgentes