El portal me ha traído a la Torre de Londres. Es 1536 y una mujer serena empieza a dictarme una carta.
“Ahora que siento cómo la muerte me espera cuando vuelva a salir a la calle, me entristece que ni siquiera mi propio padre vaya a llorar por mí.
Me condena a muerte el mismo hombre que en el pasado me amó. Si hace unos tres años removió el mundo para estar conmigo, ahora lo hace para poner fin a mis latidos.
Sé que me tildan de altiva, que me llaman “la mala perra”, pero lo único que hice fue entregarme al hombre que amé. Sí, lo hice utilizando todas mis armas, apostándolo todo…, y ahora veo que sin duda he perdido.
Necesito dejar por escrito que soy inocente. Desde que inicié mi romance con Enrique, mi corazón y mi cuerpo fueron suyos y no entregué ninguno de los dos a otro hombre.
Sin duda me culpa por no haberle dado un varón, y no es capaz de ver que hemos tenido un ser de luz, una niña tan inteligente e impresionante, cuyo único error es haber nacido mujer. Elizabeth, quizá lo único bueno que hecho en esta vida, ojalá puedas ver el mundo cambiar y ser más benévolo para las mujeres.
Ojalá llegue el día que no se nos tilde de brujas, simplemente por ser inteligentes. Que podamos dar nuestra opinión y ser escuchadas y no usadas por los hombres para sus propios beneficios.
Ya vienen a llevarme al patíbulo. Mostraré valentía, seguridad y seré bondadosa con Enrique en mis últimas palabras. Después de todo soy la reina, y así debo comportarme.”
Mi cuerpo empieza a desaparecer a través del portal, se acaba el tiempo, no sin antes darle un tierno abrazo a otra víctima de la historia.