Era el cumpleaños de Juan. 57 otoños cumplía, y se sentía cada vez más dueño de su vida. Tenía dos hijas, una nieta, estaba casado, y empezaba a disfrutar de su presente. Todos ellos, junto a su madre, de 81 años, estaban presentes en la celebración.
María era la hija menor de Juan. Estaba estudiando Enfermería, e iba por el segundo año. No le gustaba mucho la carrera, es más, su verdadera pasión no era poner vacunas, ni trabajar en un hospital atendiendo pacientes durante horas, incluso días. El verdadero motor que impulsaba su vida era la escritura. Quería publicar muchos libros, y así se lo quiso hacer saber a su familia.
Preparó el tono de su discurso durante toda la mañana, pero al final, lo hizo tal y como el momento le pidió. Contaba con el apoyo de Javier, su novio desde hace 3 años, que sabía perfectamente que era su pasión, y estaba dispuesto a acompañarla en cada paso que diera, por muy pequeño que este fuera.
Y llegó el momento. “Familia, voy a dejar la carrera. Quiero dedicarme a escribir”. Juan y Silvia, su mujer y madre de María, se miraron incrédulos. Mientras Silvia empezaba a asimilar la noticia, Juan se fue encendiendo cada vez más. Empezó a gritar, insultar, ponerse nervioso, y con él todos los presentes. La abuela, Engracia, de ver todo el ambiente, empezó a tener ganas de llorar, y Silvia intentaba calmarla, sin mucho éxito, la verdad, así que suegra y nuera se fueron a la cocina.
María llegó y vio a su madre y a su abuela, sonriendo tímidamente. Empezó a pensar que estaban orgullosas, pero lo confirmó cuando su madre le dijo: “Hagas lo que hagas, mientras te haga feliz, aquí estaremos apoyándote”. Lo del padre, ya para otro día.
Persigue siempre tu sueño.
Enhorabuena.
Saludos Insurgentes