Sus ojos verde aguamarina siempre me encandilaron, desde el mismo instante en que lo vi. Fue en la universidad, yo estaba sentada en el pasillo, él pasaba por allí con sus amigos, charlando y riendo, algo que le hacía aún más sexy pues su sonrisa le resaltaba sus hoyuelos.
Pasaron los trimestres y los cursos, jamás me atreví a hablarle, mi timidez podía conmigo y su magnetismo parecía no tener fuerza de atracción hacia mí así que me conformé con verlo por los pasillos.
He de confesar que su mirada nunca la olvidé al igual que reconozco las veces que me he arrepentido de no plantar cara a mi timidez. Seguramente no habría querido saber nada de mí pero, al menos, no viviría con esa duda constante.
Y aquí estoy cinco años después, en la oficina, sentada frente a mi ordenador sin poder tocar una tecla porque mi mente está perdida nadando en un profundo mar verde aguamarina.
Pero el destino…Él siempre nos tiene guardadas sorpresas inimaginables.
Me levanto y voy a por un café que me ayude a centrarme. Lo cojo y al girarme choco con alguien que hace que mi vestido quede totalmente manchado.
-Perdona, lo siento, no pretendía…
Y esas son las únicas palabras que logro entender, al ver su mirada todo lo demás se desvanece, todo menos sus ojos y esos hoyuelos inolvidables. Es entonces cuando, al cruzarnos las miradas, deja de hablar y se queda paralizado. Solo reacciona para arrastrarme de la mano hasta el cuarto de la limpieza que tenemos al lado, allí me arrincona y me susurra al oído.
-Pensé que no volvería a verte, no cometeré el mismo error.
Y entonces el verde aguamarina se funde a negro al ritmo al que nuestros labios se funden en un apasionado primer beso.
El destino ha sido su mejor casualidad.
Muy bueno compañera!
Saludos Insurgentes