«A pie de mar.»

Y es que a pie de mar todo parece curarse. No hay nada mejor que ese instante sentada en la orilla dejando que tus piernas se mojen con cada ola y que tu mente se relaje con cada sonido de esa espuma que deja al romper.
Como mirando más y más profundo, levanto mi mano y parece ser mas grande que el cielo y el mar juntos y es que ni una raya separa esa magia de la vida.
Ahí justo en ese momento, el latido de mi corazón es más liviano, calmo ese dolor que tan profundo dejó mi amor al irse.
Observo a esa mamá haciendo castillos de arena con su hijo, a esa familia que charla tranquilamente mientras pican algo junto con una cervecita fría, a ese grupo de amigos que intentan conquistar a ese grupo de amigas...
Y de repente alguien me despista, un chico saliendo del mar, de melena larga morena y de piel canela, con bermudas a flores y agarrando una tabla de surf.
Nos miramos y sonreímos tímidamente.
Se sentó apenas a dos metros de mi, mirando al frente.

- ¿Puedo hacerte compañía?. Me preguntó.
Y asente con la cabeza y una sonrisa de oreja a oreja.
Nos miramos fijamente y volvimos nuestra mirada al frente. Sin decir nada.

Nunca no decir ni una palabra se había convertido en la mejor conversación de mi vida.

Ahí comenzó  mi verano, mi aventura, él.